En la transición presidencial de varios países, líderes salientes han buscado asegurar su inmunidad penal mediante acuerdos o acciones legales. Boris Yeltsin pactó con Vladimir Putin un recambio al mando de Rusia para evitar ser llevado ante la justicia. En Estados Unidos, Gerald Ford otorgó un perdón presidencial a Richard Nixon, mientras que Donald Trump no pudo concederse a sí mismo un perdón presidencial antes de dejar la Casa Blanca. Trump busca regresar a la presidencia para obtener inmunidad, pero enfrenta estrecha vigilancia de los tribunales. Alega ser blanco de un 'lawfare' para evitar su victoria en 2024, aunque la justicia advierte sus posibles infracciones. La frase destacada es: > Pactó con Vladimir Putin un recambio al mando del país, con la contraprestación de que el nuevo presidente se encargaría de que nadie pretendiera llevar al presidente saliente ante los tribunales de justicia. > La justicia ya se lo está avisando.

20 Minutos es un periódico español de información general y distribución gratuita que se publica de lunes a viernes. Perteneciente a 20 Minutos Editora, S.L., que desde julio de 2015 es propiedad de Grupo Henneo,​ que cuenta con 120 años de historia y más de 1500 empleados tras la adquisición. 20minutos tiene sede en Madrid. El anterior propietario era el Grupo Schibsted.

20-minutos

En 1999, un decrépito Boris Yeltsin se sentía bajo presión para abandonar la presidencia de Rusia. Su deseo personal no era, necesariamente, morir en el poder, pero no podía bajarse del cargo sin antes asegurar su inmunidad. Después de años en el Kremlin, la lista de posibles delitos cometidos podía conducir a Yeltsin a prisión. ¿Cómo resolvió el problema? Pactó con Vladimir Putin un recambio al mando del país, con la contraprestación de que el nuevo presidente se encargaría de que nadie pretendiera llevar al presidente saliente ante los tribunales de justicia. Así, Yeltsin nombró a Putin primer ministro, después le cedió la presidencia interina y, tres meses más tarde en unas elecciones russian-style, Putin confirmó su cargo. Pasado un tiempo, Yeltsin murió sin mácula penal alguna. Putin puede estar pensando en un procedimiento parecido para su futuro.

joe-biden

rusia

putin

donald-trump

vicente-valles

ee-uu

boris-yeltsin

noticia

opinion

politica-de-rusia

politica-de-estados-unidos

gerald-ford

internacionales

Trump y los tribunales

<html><head></head><body><div id="readability-page-1" class="page"><section>
                    <article>
                                                    
                                                                            <div>
                                
























    





























                            <p>En 1999, un decrépito Boris Yeltsin se sentía bajo presión para abandonar la presidencia de <a href="https://www.20minutos.es/minuteca/rusia/" title="Rusia">Rusia</a>. Su deseo personal no era, necesariamente, morir en el poder, pero no podía bajarse del cargo sin antes asegurar su inmunidad. Después de años en el Kremlin, la lista de posibles delitos cometidos podía conducir a Yeltsin a prisión. ¿Cómo resolvió el problema? <b>Pactó con Vladimir Putin un recambio al mando del país</b>, con la contraprestación de que el nuevo presidente se encargaría de que nadie pretendiera llevar al presidente saliente ante los tribunales de justicia. Así, Yeltsin nombró a Putin primer ministro, después le cedió la presidencia interina y, tres meses más tarde en unas elecciones <i>russian-style</i>, Putin confirmó su cargo. Pasado un tiempo, <b>Yeltsin murió sin mácula penal alguna</b>. Putin puede estar pensando en un procedimiento parecido para su futuro.</p><p>En <a href="https://www.20minutos.es/minuteca/ee-uu/" title="EE UU">Estados Unidos</a>, una de las primeras decisiones que adoptó Gerald Ford cuando sustituyó al dimitido Richard Nixon <b>fue dar un perdón presidencial (un indulto, en terminología española) a su antecesor</b>. El caso Watergate le forzó a dimitir, pero no le llevó a prisión, como sí ocurrió con algunos de sus colaboradores.</p><p>Días antes de que Joe Biden jurara como presidente el 20 enero de 2021, se rumoreó que <a href="https://www.20minutos.es/minuteca/donald-trump/" title="Donald Trump">Donald Trump</a> iba a hacer algo inédito hasta ese momento: <b>concederse a sí mismo un perdón presidencial</b> antes de dejar la Casa Blanca, para evitar que las múltiples fechorías de su mandato terminaran con el inminente expresidente ante un tribunal. Finalmente, no hubo tal 'autoperdón', probablemente porque sus asesores jurídicos se lo impidieron, temerosos de que esa medida fuese declarada inconstitucional y Trump sufriera más por el remedio que por la enfermedad.</p><p>Pero ahora, <b>Trump se encuentra ante un estrecho marcaje de los tribunales</b>, cuando está metido de lleno en su campaña para regresar al Despacho Oval. Y uno de los motivos que le mueven –más allá del inverosímil amor que siente por sí mismo– es la inmunidad que conseguiría si vuelve a ser presidente.</p><article id="m46440-46439-46441">
    
</article><p><b>Trump está empeñado en que sus problemas se deben a un </b><i><b>lawfare</b> </i>(una persecución político-judicial del estado profundo, que instrumentaliza a los tribunales en su contra) para evitar su victoria en 2024, lo que muestra que todos los populismos son iguales, porque es lo mismo que suelen decir algunos dirigentes de la extrema izquierda española cuando se investigan actividades sospechosas que hayan podido protagonizar. La realidad es que la tarea más habitual de Trump, tanto antes como durante y después de su presidencia, ha sido acercarse al límite del delito y, probablemente, superarlo. La justicia ya se lo está avisando.</p></div>
                                            </article>
                                            <div>
        <figure>
            <figcaption>Conforme a los criterios de</figcaption>
            <a href="https://thetrustproject.org/" target="_blank" rel="nofollow" aria-label="Trust Project"><img loading="lazy" src="https://www.20minutos.es/images/Trust-Logo-Horizontal.svg" alt="Logo Trust Project" width="146" height="25"></a>
        </figure>
        
    </div>
                                        
                </section></div></body></html>


                    
                                                    
                                                                            
                                
























    





























                            En 1999, un decrépito Boris Yeltsin se sentía bajo presión para abandonar la presidencia de Rusia. Su deseo personal no era, necesariamente, morir en el poder, pero no podía bajarse del cargo sin antes asegurar su inmunidad. Después de años en el Kremlin, la lista de posibles delitos cometidos podía conducir a Yeltsin a prisión. ¿Cómo resolvió el problema? Pactó con Vladimir Putin un recambio al mando del país, con la contraprestación de que el nuevo presidente se encargaría de que nadie pretendiera llevar al presidente saliente ante los tribunales de justicia. Así, Yeltsin nombró a Putin primer ministro, después le cedió la presidencia interina y, tres meses más tarde en unas elecciones russian-style, Putin confirmó su cargo. Pasado un tiempo, Yeltsin murió sin mácula penal alguna. Putin puede estar pensando en un procedimiento parecido para su futuro.En Estados Unidos, una de las primeras decisiones que adoptó Gerald Ford cuando sustituyó al dimitido Richard Nixon fue dar un perdón presidencial (un indulto, en terminología española) a su antecesor. El caso Watergate le forzó a dimitir, pero no le llevó a prisión, como sí ocurrió con algunos de sus colaboradores.Días antes de que Joe Biden jurara como presidente el 20 enero de 2021, se rumoreó que Donald Trump iba a hacer algo inédito hasta ese momento: concederse a sí mismo un perdón presidencial antes de dejar la Casa Blanca, para evitar que las múltiples fechorías de su mandato terminaran con el inminente expresidente ante un tribunal. Finalmente, no hubo tal 'autoperdón', probablemente porque sus asesores jurídicos se lo impidieron, temerosos de que esa medida fuese declarada inconstitucional y Trump sufriera más por el remedio que por la enfermedad.Pero ahora, Trump se encuentra ante un estrecho marcaje de los tribunales, cuando está metido de lleno en su campaña para regresar al Despacho Oval. Y uno de los motivos que le mueven –más allá del inverosímil amor que siente por sí mismo– es la inmunidad que conseguiría si vuelve a ser presidente.
    
Trump está empeñado en que sus problemas se deben a un lawfare (una persecución político-judicial del estado profundo, que instrumentaliza a los tribunales en su contra) para evitar su victoria en 2024, lo que muestra que todos los populismos son iguales, porque es lo mismo que suelen decir algunos dirigentes de la extrema izquierda española cuando se investigan actividades sospechosas que hayan podido protagonizar. La realidad es que la tarea más habitual de Trump, tanto antes como durante y después de su presidencia, ha sido acercarse al límite del delito y, probablemente, superarlo. La justicia ya se lo está avisando.
                                            
                                            
        
            Conforme a los criterios de
            
        
        
    
                                        
                

Trump y los tribunales | Opinión de Vicente Vallés